miércoles, 10 de marzo de 2010

Guerras floridas




Las guerras floridas, sin embargo, era algo diferente. Cuando los sacerdotes decían que el sol y los dioses necesitaban más comida, más sacrificios, dos pueblos aztecas tenían una guerra florida solamente para sostener el sol. En estas guerras, los dos pueblos Aztecas mandarían sus caballeros a un campo sagrado para el batallón. Eran un poco como los torneos de la Edad Media en Europa, pero en esos los dos pueblos robaron al muerto.
Pero morir en las guerras floridas era un honor, también. En la gran Piedra del Sol o Calendario Azteca, a los lados de la cara del sol se ven las dos garras del águila aprisionando corazones humanos, y en la parte trasera del monolito llamado el Teocalli de la Guerra Sagrada, está el águila posada sobre las tunas-corazones producto del tunal divino que es el nopal. Allí mismo el águila muestra en su pico el jeroglifo atl-tlachinolli formado por una corriente de agua y otra de fuego. La primera representa al líquido precioso que es la sangre humana, o al atlati el lanzadardos, y la segunda al incendio de los templos, señal de la victoria.


Ese misticismo de llegar a Dios mediante el sacrificio de las Guerras Floridas o Guerra Sagrada la culminación religiosa de los mesoamericanos: mexicas, tarascos, tlaxcaltecas, cholultecas. Cuando un guerrero en aprisionado en las guerras floridas doblaba la rodilla y decía "padre mío" al que lo capturaba, y éste exclamaba "hijo mío". Se entendía que Dios mismo era quien lo capturaba en las guerras floridas. Morir en la piedra del sacrificio era el honor más grande que recibía el sacrificado y su familia, puesto que era deificado, de la misma manera que llega al altar un mártir del cristianismo. Y huir del sacrificio era enorme deshonra. Así se comprende perfectamente el caso del poderoso guerrero tlaxcalteca Tlahuicole: lo hicieron prisionero los huejotzincas y fue llevado ante Moctezuma II, quien, por tratarse de tan eminente guerrero, le dio la libertad; pero Tlahuicole no quiso regresar a su patria por considerarlo ignomiso, sino ir a la campaña contra los tarascascos y, finalmente, pidió morir en el sacrificio gladiatorio. Él ya pertenecía a los dioses del cielo, habiendo sido capturado en las guerras floridas.

En la mitología las Guerras Floridas se desarrollan en el cielo capitaneada por el Sol y Venus, astro llamado Mañana de Oro. Ellos avanzaban con sus capitanes por el oriente llevando a su derecha a los dioses primogénitos (los antepasados) y a la izquierda a los dioses del sur (los muertos en el sacrificio). En mitad del cielo culmina la batalla y los muertos en ella van al paraíso del oriente donde se convierten en colibríes que bajan a la tierra a libar la miel de las flores: los corazones humanos recolectados en las Guerras Floridas.


El capitán general de estos guerreros es Huitzilopochtli, colibrí del sur. Estos son los guerreros del oriente; del poniente son las mujeres muertas al tratar de dar a luz su primer hijo. Han muerto en el campo de batalla con un prisionero en sus entrañas, han capturado una flor en esa guerra. Porque así como el corazón del hombre es una flor, también el niño es flor preciosa y joya delicada. De acuerdo con la importancia de esta guerra sagrada, las guerras floridas, el campo de batalla era un escenario donde tenía lugar la suntuosa ceremonia en la que lucían sus mejores galas los guerreros nobles y plebeyos. Acudían los caballeros águila, guerreros del día, y los caballeros tigres o jaguar, guerreros de la noche.


Además los que tenían la librea de Xólotl, el gran perro que guiaba al sol por la región de la muerte; de la Ardilla Negra, señor de la muerte de guerra; los huasteca con la vestimenta de Quetzalcóatl, y los guerreros de Tlahuizcalpantecuintli, el lucero de la casa de la aurora, portando la librea de los que han de ser sacrificados.

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