Pero morir en las guerras floridas era un honor, también. En la gran Piedra del Sol o Calendario Azteca, a los lados de la cara del sol se ven las dos garras del águila aprisionando corazones humanos, y en la parte trasera del monolito llamado el Teocalli de la Guerra Sagrada, está el águila posada sobre las tunas-corazones producto del tunal divino que es el nopal. Allí mismo el águila muestra en su pico el jeroglifo atl-tlachinolli formado por una corriente de agua y otra de fuego. La primera representa al líquido precioso que es la sangre humana, o al atlati el lanzadardos, y la segunda al incendio de los templos, señal de la victoria.
En la mitología las Guerras Floridas se desarrollan en el cielo capitaneada por el Sol y Venus, astro llamado Mañana de Oro. Ellos avanzaban con sus capitanes por el oriente llevando a su derecha a los dioses primogénitos (los antepasados) y a la izquierda a los dioses del sur (los muertos en el sacrificio). En mitad del cielo culmina la batalla y los muertos en ella van al paraíso del oriente donde se convierten en colibríes que bajan a la tierra a libar la miel de las flores: los corazones humanos recolectados en las Guerras Floridas.
El capitán general de estos guerreros es Huitzilopochtli, colibrí del sur. Estos son los guerreros del oriente; del poniente son las mujeres muertas al tratar de dar a luz su primer hijo. Han muerto en el campo de batalla con un prisionero en sus entrañas, han capturado una flor en esa guerra. Porque así como el corazón del hombre es una flor, también el niño es flor preciosa y joya delicada. De acuerdo con la importancia de esta guerra sagrada, las guerras floridas, el campo de batalla era un escenario donde tenía lugar la suntuosa ceremonia en la que lucían sus mejores galas los guerreros nobles y plebeyos. Acudían los caballeros águila, guerreros del día, y los caballeros tigres o jaguar, guerreros de la noche.